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Hemeroteca de la Biblioteca «Gonzalo de Berceo» (Burgos)

De amores

Jesús Pérez Sáiz

La última vez que estuve en la Biblioteca Pública fue ayer, en la «Gonzalo de Berceo». Di un taller de escritura relacionado con el mundo de la gastronomía, una más de las muchas actividades que organizan para que la gente vea y sienta esos lugares como espacios abiertos al intercambio y dispuestos a alimentar inquietudes. Y me interesa remarcar estos dos aspectos porque son esenciales en mi experiencia de las bibliotecas.
El primer recuerdo que tengo de una de ellas está relacionado con las chicas, con una en concreto que me hacía pensar en las manzanas de mi padre. Yo la veía solo en época de exámenes, cuando teníamos que ir a la biblioteca de la universidad para alejarnos del frigorífico de casa, la tele, la cama y otras tentaciones que prefiero obviar. Estudiaba, estudiábamos los dos, pero nos mirábamos bastante a menudo. No sé, había algo entre nosotros, eso lo puedo asegurar, pero no puedo concretar más porque al año siguiente, antes de que pudiéramos hablar, ella desapareció.
    Desde entonces he pisado muchas bibliotecas, en Villadiego, en Burgos y en Madrid —me gustaba la del Ateneo—. También en Bolonia, tanto en la Universidad como en el Colegio de España, una biblioteca preciosa en la que tuve noticia de un paisano mío, Gonzalo de Villadiego, que en 1485 escribió el primer tratado de la historia sobre derechos diplomáticos, el Tractatus de Legato. He estado —gracias, Andrea— en la Biblioteca Malatestiana de Cessena, fundada en el siglo xv, y en la que aún parece que hay frailes pintando incunables al minio, y he investigado en la Biblioteca del Congreso, en Washington, D.C., un lugar que es una mezcla de templo del neo-Renacimiento y un castillo imaginado por Kafka.
Tras ellas, he vuelto a descubrir las bibliotecas de Burgos, la del Principal y la «Cervantes», donde mi amiga Florinda me ha enseñado estudios sobre los primeros libros editados en Burgos, y la «Gonzalo de Berceo», que me ha puesto en contacto con Apicius, autor en el siglo I de De re coquinaria, que es el primer tratado de gastronomía que se conoce.
Así es que sí, para mí las bibliotecas siguen ligadas a eso que he encontrado siempre en ellas, algo relacionado con manzanas y también con descubrimientos que han enriquecido mi vida.

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