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Sala de Préstamo de la Biblioteca «Gonzalo de Berceo» (Burgos)

Preguntas y respuestas

Fernando Ortega Barriuso

La última vez que estuve en la Biblioteca «Gonzalo de Berceo» llegué con mis bolsillos desbordados de preguntas, de inquietantes porqués que se me habían ido acumulando en los últimos días.
Quería saber…
La puerta de la biblioteca dejó atrás un microcosmos especial saturado de casas, coches, comercios, personas, que contrastaba con el parque aledaño, que cual oasis, subrayaba ese caos, con la sensación de paz y silencio que transmitía, en el que un grupo de practicantes de Tai Chi dibujaba en el aire grullas, caballos y otras imágenes sugestivas.
Tenía escaso tiempo y atravesé veloz el vestíbulo.
Quería saber cómo cuidar un bambú sagrado, conocer la vida de Miró para comprender mejor sus pinturas, disfrutar —una vez más— de los poemas de José Gutiérrez, constatar datos sobre la historia burgalesa, deshacer dudas sobre distintas palabras…
Quería saber. Y estaba seguro que la Biblioteca «Gonzalo de Berceo» me lo iba a facilitar.
En la hora que tenía para ello leí, hojeé, acaricié lomos, visualicé tejuelos, jugueteé por las estanterías, disfruté de portadas, recorrí pasillos, comenté con la bibliotecaria contenidos. Los nombres de los poetas me invitaban a entrar en sus mundos íntimos, los títulos de historia a ampliar mis visiones sobre el pasado, los de arte a aumentar mi paleta de colores, los de la cocina me hacían soñar con sabores complejos… Libros y libros que me provocaban a nuevas lecturas, a comenzar otros caminos, a imaginarme mundos diferentes.
Al final, el reloj fue el árbitro neutral que me obligó a abandonar ese espacio mágico, rico, atractivo, maravilloso… La realidad se imponía. Tenía que llegar a otro lugar.
Abandoné con urgencia la Biblioteca «Gonzalo de Berceo», de nuevo cargado con nuevas preguntas.
Al atravesar, de nuevo, el vestíbulo, leí de reojo uno de los carteles que ilustraban sus paredes: “Estoy más orgulloso de los libros que he leído que de los libros que he escrito. Jorge Luis Borges”.
La frase me acompaña desde entonces.

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