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Estantería de la Biblioteca «Gonzalo de Berceo» (Burgos)

Bibliotecas

Ignacio Galaz

Cuentan que Borges pensó el Paraíso como una suerte de gran biblioteca (se supone que próxima a la infinitud, aunque ignoro si se refería al jardín de las delicias de donde fueron expulsados Adán y Eva o más bien a la vida eterna destinada a los bienaventurados).

Aquellos a quienes gusta la arqueología, es seguro que conocen la existencia de una de las primeras bibliotecas del mundo en la antigua Mesopotamia, cuyos libros eran tabletas de barro cocido. Fue reunida por un rey, así que puede considerarse un objeto suntuario, circunscrito a una elite de copistas y aristócratas letrados.

Una de las características de las bibliotecas públicas de nuestro tiempo es que resultan accesibles a todas las capas sociales que saben leer (en los países desarrollados la gran mayoría de ciudadanos). Este acceso cuasi universal a la cultura escrita es un logro extraordinario, de ahí que una alfabetización deficiente lastre aún la evolución de los países del tercer mundo.

Algunos opinan que las tecnologías más avanzadas van a dejar a un lado el soporte de conocimiento que denominamos libro. Pensemos en Internet, la red de redes, que permite el acceso inmediato a obras de consulta tan gigantescas como Wikipedia, o en los e-books, en cuyas delgadas tripas puede almacenarse una cantidad ingente de información. En todo caso las bibliotecas públicas —pienso en las de nuestra ciudad— tratan de conjugar estos soportes nuevos con los clásicos, pues lo esencial es culturizar al lector, hágase a través de papel, que debería ser reciclado, o de una pantalla de ordenador.

Esta pequeña reflexión se une a otros diecinueve textos de escritores burgaleses con motivo del vigésimo aniversario de la apertura de la biblioteca municipal «Gonzalo de Berceo», la cual, pese a su aparente juventud, necesita ser remozada ya.

Dicen que fue el riojano Berceo el primer poeta conocido en lengua castellana, con hechuras de juglar y, al parecer, gustador del buen vino de su tierra. Brindemos pues por tan grata efemérides.

 

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