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De los bellos libros de la Biblioteca «Gonzalo de Berceo»

Depósito de la Biblioteca «Gonzalo de Berceo» (Burgos)

Carlos de la Sierra

La última vez que estuve en la Biblioteca… Mejor, quiero recordar antes la primera vez que estuve en una Biblioteca Pública. Una tarde exactamente igual  a la de hoy: Burgos en otoño, su cielo de un límpido azul brillante, la luz nimbada de un brillo sin igual declinaba hacía el inexorable fin de la tarde. Los grandes ventanales de la Biblioteca dejaban pasar la luz exterior: anaranjada, ambarina, brillante, portentosa. Olía a madera, a maderas oscuras, poderosas, cargadas de misterio. En los altos estantes, libros: cientos, miles de libros, alineados, perennes, atractivos, incitantes, serenos. En aquella mi primera tarde en la Biblioteca del Consulado del Mar, aprendí, además de a amar la luz, el significado del silencio.

La última vez que estuve en la Biblioteca «Gonzalo de Berceo», nuevamente inmerso en la fascinación de los libros que atesora, recordaba exactamente aquella ensoñación. Enseguida estaba rodeado de paisajes deseados, de seres misteriosos, cambiantes, fascinantes; de animales mitológicos, de piedras rojas como fuego y frías como hielo, de hierbas verdes y tan venenosas como las miradas de los basiliscos, de ríos de oro, cascadas de plata y olas de nácar; y de prados, en cuyos pastizales de color esmeralda pastaban caballos blancos; y, más allá, se abrían estepas de retamas amarillentas, difuminadas en la línea infinita de un cielo malva que llevaba hasta la patria de las nubes.
Este día de febrero celebramos los veinte años de la Biblioteca «Gonzalo de Berceo». Y volveré yo a soñar con hombres, mujeres y niños; disfrutaré paseando por sus salas habitadas de seres vivos, leyendo libros inmortales. Igual que hacen miles de lectoras y lectores, investigadores, escritores, poetas y amantes de la literatura, estudiantes y algunos vecinos ociosos. Todo esto sucede cotidianamente en un espacio dinámico, como corresponde al lugar en que habitan los bellos libros, tan amorosamente ordenados y administrados por los trabajadores que gestionan su compleja actividad diaria.

El corazón de la Biblioteca «Gonzalo de Berceo» custodia los libros del alma; desde sus ventanales veo lo mejor de Burgos: la luz y el silencio.

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